Uno de los principales problemas que tienen los motoristas que aparcan su moto en un garaje con puerta automática llega en el momento de enfrentarse a la puerta cerrada. En el coche es muy sencillo: se pulsa el botón del mando a distancia, o bien se baja la ventanilla y se acerca la llave a la cerradura electrónica. La puerta se abre y el vehículo la franquea. Fin de la historia.
Pero en una moto la historia es muy diferente. La moto no tiene guantera donde guardar el mando a distancia. Es verdad que se puede llevar en el llavero, pero iría golpeando la tija y arañándola. Lo podemos llevar en la chaqueta, pero con los guantes es prácticamente imposible cogerlo, más aún pulsar el botoncito de marras. Y además, en muchas situaciones puede resultar incluso peligroso. La entrada al garaje está en rampa, por lo que hay que dejar la moto en punto muerto, pisar el freno con el pie derecho, y soltar el manillar para buscar las llaves. La probabilidad de caída resulta bastante elevada.
Se han escrito bastantes artículos sobre cómo instalar un mando de apertura de puertas en la moto. Hay muchas soluciones, y en esta misma página –dentro del apartado del “ordenador de viaje”- hemos propuesto una más. Pero ahora queremos proponer una que es probablemente la solución más sencilla y barata, si bien no servirá para todas las puertas.
Lo primero que debes hacer es encargar una copia si no la tienes, ya que estas llaves llevan un microchip incorporado y no son fáciles de copiar. El técnico de mantenimiento de la puerta debe programar el sistema para autorizar a la nueva llave a que abra y cierre. Se utiliza este sistema para que, si alguien pierde o le roban la llave, se pueda dar de baja cada llave de forma individual sin tener que obligar al resto de vecinos a cambiar el código de su mando. Además, las llaves con microchip funcionan con sólo acercarlas al sensor; no hace falta introducirlas en la ranura como las llaves convencionales. Una copia de esta llave ronda los tres euros
Pues bien, con el duplicado en tu poder y un cutter –y también mucho cuidado- debes despegar las dos mitades de la llave para sacar el microchip, esa piececita negra pequeña de la foto. El resto de la llave ya no sirve para nada. Prestad atención al microchip: el lado largo –de los dos lados cortos- es el que debe ponerse frente al sensor.
Los sensores para la llave están siempre en el lado izquierdo, para que los conductores de automóviles puedan acercar la llave al abrir su ventanilla. Debido a ello, toma tu guante izquierdo porque vamos a implantar el microchip en él
El lugar más práctico suele ser en la tira que ciñe el guante a la muñeca, ya que no molesta a la mano y además es el lugar más cercano al borde, además de que el microchip queda paralelo al suelo, como si estuviese dentro de la llave. Generalmente, esta tira se sujeta con velcro que está cosido a la propia tira, y por ello “implantaremos” el microchip entre el velcro y la tira.
Con el cutter haremos una pequeña incisión por el lado del velcro, suficiente para que entre el microchip por el lado corto pero no por el lado largo, y la haremos en el propio velcro. Si descosemos el velcro corremos el peligro de que algún día el microchip se salga. Si hacemos una incisión por donde indica la línea roja, no habrá manera de que el microchip se salga por sí solo. No debería hacer falta decirlo, pero hay que hacer el corte para cortar SÓLO el velcro y no el cuero que hay debajo.
Una vez realizado el corte, insertamos el microchip teniendo en cuenta el lado que debe quedar hacia fuera, y con los dedos lo vamos moviendo dentro de su emplazamiento hasta el extremo del alojamiento.
Voilá! Por unos tres euros ya no necesitaremos quitarnos los guantes para buscar las llaves, con el peligro de que se nos caigan al suelo o sobre el depósito y lo arañemos. Bastará con parar junto al sensor, acercar nuestra mano izquierda enguantada, y la puerta se abrirá para dejarnos pasar.